Muchos jóvenes viven bajo tensiones en su hogar. Las exigencias de la vida moderna y el diario afán nos absorben tanto que muchos padres ya no tienen tiempo para dialogar con sus hijos. La deficiente comunicación deteriora las relaciones familiares, carcome nuestra felicidad y produce tensiones. Hay padres que tienen una preocupación casi traumática porque sus hijos no los comprenden, o desean irse de casa, y existen frecuentes discusiones y problemas en el hogar.
Se ha estudiado la reacción natural de cada edad:
Entre los 4 y 6 años, el hijo dice de su padre: papá es un sabio,
¡sabe todo lo que le pregunto!
Entre los 7 y 10 años de edad dice: papá lo sabe todo y, ¡qué fuerza que tiene!
Entre los 10 y 14 años piensa: ¡Hum! Me parece que papá se equivoca en algunas cosas.
Entre los 14 y 18, dice: ¿Papá? ¡Es un hombre chapado a la antigua!
Entre los 18 y 25 piensa: ¡Pobre viejo, está completamente pasado de moda!
A los 30 años de edad dice: ¡Qué problema! ¡Tal vez deba consultar a papá! y...
A los 40 años lamenta: Mi padre fue un sabio, lástima que no supe aprovecharlo.
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